La historia de Thomas Figueroa Munizaga, un valiente niño de 7 años, es una lucha constante por garantizar su bienestar y tratamiento médico. Thomas fue diagnosticado con el Síndrome Hemofagocítico Familiar cuando tenía pocos meses de vida. A la temprana edad de un año, se sometió a un trasplante de médula ósea, y posteriormente, en el año 2021, enfrentó un segundo trasplante debido a una reactivación de su enfermedad. Además de su batalla contra la enfermedad, Thomas ha vivido con autismo (TEA) durante cinco años.
Dadas estas condiciones de salud, Thomas depende en gran medida de múltiples prestaciones médicas, medicamentos, terapias, apoyo escolar, transporte y derivaciones. La familia cuenta con un Certificado Único de Discapacidad (CUD) desde hace cinco años, lo que debería garantizar la cobertura al 100% de todas estas necesidades, de acuerdo con la ley de protección a personas con discapacidad.
Sin embargo, la realidad es diferente. La obra social Sancor Salud, que lleva el lema «la salud es todo», ha presentado una larga historia de negativas y obstáculos. Durante más de seis años, la familia de Thomas ha tenido que luchar incansablemente para que se autoricen medicamentos cruciales, estudios médicos, tratamientos y más. Se han visto obligados a enviar numerosas cartas documento y recurrir a la justicia en tres ocasiones, logrando sentencias que ordenaban a Sancor Salud cumplir con la cobertura, aunque esto a menudo solo duraba días o meses. La falta de interés en el bienestar de Thomas ha sido una constante, ya que Sancor Salud parece considerarlo un número de afiliado en lugar de una persona.
La situación se agravó recientemente cuando Sancor Salud decidió unilateralmente no realizar reintegros por ciertos terapeutas y un producto sensorial vital para la terapia y relajación de Thomas, a pesar de lo que dicta la ley. Esto ha resultado en una deuda de alrededor de un millón de pesos que la familia ha tenido que afrontar, y que sigue creciendo debido a la falta de pagos. Esta situación no solo afecta la situación económica de la familia, sino que también amenaza la continuidad de las terapias de Thomas, lo que podría tener consecuencias irreparables en su vida.
La familia se ha enfrentado a numerosas dificultades, desde largas horas de espera en las oficinas de Sancor Salud hasta un profundo desinterés por parte de la entidad. La falta de certeza de que la justicia o las sentencias logren que Sancor Salud cumpla con sus obligaciones ha generado un temor constante de que más prestaciones y derechos sean vulnerados en el futuro. La familia acumula cientos de números de reclamos y miles de horas de espera, todo en su lucha por garantizar el bienestar de Thomas. Para Sancor Salud, parece que Thomas es más una molestia que una prioridad.
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